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La columna de José Arnaldo Pérez: ¿Y después de Cochabamba qué?

El periodista de Al Aire Libre en Cooperativa analiza los próximos desafíos del deporte chileno tras los Juegos Sudamericanos.

La columna de José Arnaldo Pérez: ¿Y después de Cochabamba qué?
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Por José Arnaldo Pérez @Chascaperez

La participación de Chile en los Juegos de Cochabamba ha concluido con una cosecha positiva, ya que se superó lo hecho en Santiago el 2014 y, más aún, se llegó a 38 medallas de oro, cifra que no se veía desde Lima en 1990 cuando los deportistas nacionales remataron en el tercer lugar del medallero. Ahora se mantuvo el quinto, que desde hace rato ocupan los nacionales en el concierto sudamericano. Pero esta ubicación tiene mucho para analizar y explicar.

Chile si bien tuvo la posición que ha mantenido desde los Juegos del 2006 de Buenos Aires y Mar del Plata hay un hecho claro, y que desde el mismo Comité Olímpico constató su presidente Miguel Ángel Mujica, que dice relación que la delegación nacional se alejó de Perú y Ecuador con quienes se estaba en un tercer tramo de los países en competencia. Argentina y Venezuela estaban muy lejos, el 2014 los nuestros alcanzaron 27 de las doradas contra las 46 y 47 de los "albicelestes" y "llaneros", respectivamente. Mientras que en Cochabamba los de la "vinotinto" sacaron 43; los trasandinos 42 y Chile 38. Al menos esta tabla demuestra que acortamos distancias, y nos desprendimos de Ecuador que acumuló 25 y Perú 22.

Pero las cifras no deben hacernos creer que nuestra ruta va muy bien, ya que hay disciplinas donde no hubo recambio. La gimnasia y la natación son la mejor prueba de ello donde Tomás González y Kristel Köbrich aún no tienen ni de cerca el relevo. Tan así que en esas disciplinas no hubo ninguna otra medalla, ni siquiera un bronce. Acá se puede hablar de estancamiento, porque desde hace 15 años son los únicos que han resaltado, y en todo ese tiempo algo no funcionó, dado que ambos son fruto del talento y esfuerzo propio, y no de una planificación trabajada de sus respectivas federaciones. Es más, en la de gimnasia intestinas divergencias hicieron pasar más de algún mal rato al mejor de nuestra historia en diferentes Copas del Mundo.

Por otro lado tenemos aquellos deportes que soportaron el recambio y se proyectaron en gran forma. El remo es la mejor prueba de ello, luego que Miguel Cerda y Soraya Jadue dejaron el agua costó un poco, pero de la mano de las hermanas Melita y Antonia Abraham, más el resto de los seleccionados, se acumularon ocho medallas de oro y seis de plata. Y esa es la apuesta que el deporte federado quiere jugar. Ir por las disciplinas que dan multimedallistas, aquellas donde un solo integrante pueda disputar varias finales y te haga crecer en la tabla. Pero de verdad eso es apostar por el oropel, por el podio y no por una verdadera cultura deportiva para un país que de una vez por todas olvide el sedentarismo.

Es cierto que es caro, muy caro, mantener los deportes de equipos, y más aún estos sólo te pueden brindar una medalla. Entonces si lo miramos con un fin meramente economicista es mejor olvidarse de ellos, pero si lo hacemos con un análisis realmente deportivo no se puede dejar de lado disciplina alguna. Y es allí donde aparece la gestión que debe hacer el Comité Olímpico y cada una de las federaciones, porque "papá Estado" no debe ser el único que aporta. Y sin esa gestión nos convertiremos en un país que se engaña a sí, que puede sumar muchas medallas, pero con muy poca cultura deportiva. Por ejemplo, no nos podemos dar el lujo de dilapidar el atletismo, donde Chile fue séptimo en este medallero, y con otra eterna triunfadora: Natalia Duco. Que si la sacamos de la delegación hubiésemos sido novenos. Muy al debe en el "rey de los deportes" de estas megacompetencias.

Lo del tenis de mesa es elogiable, se resistieron desde siempre a la moda de nacionalizar orientales, y jugársela por hacer trabajo de la base. No pocos Panamericanos han parecido verdaderos Panasiáticos. Y esa apuesta sigue rindiendo frutos, tercero en su medallero con siete galardones en total. ¿Pero es malo nacionalizar? Depende, si lo quieres hacer sólo para subir en el medallero, es nefasto. Pero si es producto porque un deportista se avecindo en tu país, y después siente como un honor defenderlo, y desde allí sembrar para que haya un crecimiento, pues allí bienvenidos sean los que aportan, en este caso Arley Méndez y Yasmani Acosta.

Por eso planteo que las conclusiones dan para largo, porque así debe ser el deporte de alto rendimiento: profesional, riguroso y metodológico. Saber en cada representante nacional si se subió o bajó. No oír a los que aplauden todo, o los que les encanta tirar tierra –aquellos que dicen por ejemplo que se ganó porque tal delegación fue con equipos alternativos, porque esos mismos cuando triunfaron nunca mencionaron que los otros también dejaron de lado la competencia-.

¿Y la próxima meta? Esa es mayor, y más dificultosa aún: los Juegos Panamericanos en Lima el 2019. Allí tenemos varios para pelear, partiendo por las hermanas Abraham, por Arley Méndez, Yasmani Acosta, Bábara Riveros, María Fernanda Valdés, entre otros. El desafío de repetir las cinco medallas de oro de Toronto debe ser el objetivo básico si queremos hablar de crecimiento. Y seamos honestos el undécimo puesto logrado en Canadá no fue del todo malo, viendo nuestra realidad, la que por ahora debe por obligación estar en el puesto diez. De allí para arriba es utópico, y si se logra es para DESCORCHAR, lo mismo que cualquier medalla olímpica, porque salvo las excelentes condiciones de un deportista, lo nuestro está por hoy muy lejos de ese nivel.

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