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La columna de José Arnaldo Pérez: El ninguneo y el guitarrista

El periodista de Al Aire Libre en Cooperativa analizó la actuación de los chilenos en el Rally Dakar.

La columna de José Arnaldo Pérez: El ninguneo y el guitarrista

Mientras muchos celebran el histórico triunfo de Francisco "Chaleco" López en el Dakar, en la categoría SxS, o Utv, o mejor dicho los buggies para hacerlo más cercano a los no iniciados, no faltan los aguafiestas de siempre, pero carentes de argumentos que ningunean este título.

Una competencia, cualquiera que sea, desde una "pichanga" con los amigos hasta un evento profesional de alta categoría tiene bastante claras las reglas desde antes del inicio, por lo tanto, alegar después tiene cero peso. Si llegaron menos competidores que a las motos, eso no es problema de "Chaleco" López. Fue una disputa con "todas las de la ley", sin ir más lejos, sólo la superaron en número los biciclos y los autos. Y hasta ahora no veo holandeses con quejas o menospreciando el triunfo de los camiones por parte de Ton Van Genugten y Bernard Der Kinderen, o argentinos pisoteando la corona de Nicolás Cavigliasso.

Francisco López, desde pequeño destacó en las motos, con 12 años ya se había proclamado campeón nacional de motocross y a los 14 conseguía el cetro latinoamericano. Además, la creciente participación de Carlo de Gavardo lo llevó a él y otros pilotos a tomar mayores desafíos. Llegó a las grandes carreras y levantar trofeos no le fue ajeno. Ganador del "Sixs Days", Campeón Mundial de Rally Cross Country y otros tantos galardones. Pero siempre está la meta soñada, misma que se persigue sacrificando la propia integridad. Los podios que hizo en el Dakar el 2010 y 2013 le dejaron alegre, pero no conforme. Dar el último esfuerzo como llegar con su moto despedazada y asistido por otros competidores fue una de las tantas pruebas que cruzar la línea del triunfo estaba en su mente. Pero la vida te enseña que si no es por una vía debe ser por otra.

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"Chaleco" López luego de dejar las motos se subió a los autos, y para este Dakar, por qué no, al igual que otros grandes de las tuercas como Ignacio Casale, decidió incursionar en los buggies, y tras un inicio muy incierto vino la segunda semana, descontó un tiempo que parecía irremontable y logró un victoria contundente, sacándole más de una hora a su más cercano, el español Gerard Farres... Antes de ningunear esa forma de conseguir un título de esta manera es mejor interiorizarse de cómo fue el día a día de esta competencia, que otorgó un título impecable al curicano.

Si es por elogios, lo de Pablo Quintanilla tampoco es menor. La ansiedad le jugó en contra. En un par de ocasiones lideró la clasificación general de las motos, pero no pudo retener tal sitial. Y en la última etapa perdió el podio por un accidente, pero llegar fracturado y sin dejar de luchar le significó ganar frente a sus rivales mucho más que el cuarto lugar que alcanzó.

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Pero el ninguneo no es patrimonio chileno. Es parte de la esencia humana, porque siempre mejor que elogiar es destruir. Es fácil. Gratis. Pero muchas veces sin base o con una carga enorme de envidia. La gimnasta Katelyn Ohashi en una competencia universitaria logró nota 10 por su rutina. Y tras acumular millones de personas que la aplaudían, aparecieron las críticas. Quien las lideró fue el español Gervasio Deferr, que aludió que la calificación perfecta ya no se da en los grandes eventos. Y si se lo hace en Estados Unidos es por el espectáculo. Además, que los ejercicios no eran del todo complicados y sólo había tres acrobacias complejas... Alto. Paren. Recuerdo a Gregor Makcintosh, guitarrista de mano zurda, de la prestigiosa banda inglesa de Rock y Metal Paradise Lost. En una ocasión dijo que vio un chico de 17 años hacer piruetas con su instrumento de una forma impresionante. Con una velocidad y destreza por pocos igualables. Pero miró sus ojos y no observó sentimiento, era como ver un robot tocar la guitarra. Por eso prefería un instrumentista que aunque en sus canciones hiciera "tres" acordes simples, pero transmitiera sentimiento. En un juicio diría no más argumentos señor juez. Ohashi hizo una rutina llena de alegría, coordinación y simpatía contagiante, danzando de manera mágica y girando dueña el aire y la gravedad, irradiando pasión. Sus ojos destellaban mucho más que una mirada fría y un salto exquisito carente de pasión, que de seguro son los elogiara Deferr. ¿Quizás qué tipo de guitarristas le agradan?

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