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La columna de Leonardo Burgueño: Boca es más River y River es más Boca

El periodista de Al Aire Libre y técnico de fútbol analizó lo que será la histórica final de la Copa Libertadores 2018.

La columna de Leonardo Burgueño: Boca es más River y River es más Boca

Por Leonardo Burgueño, @leoburgueno

"Uno de los 50 espectáculos que hay que ver antes de morir", escribió el diario inglés The Observer, en 2004.

"Insuperable por ningún otro en el mundo, por su pasión e intensidad", dijo World Soccer Magazine, en 2010.

"El clásico más apasionante del planeta", sentenció la revista Four Four Two, en 2016.

"Es una caldera de ruido, color y hostilidad", explicó el periódico Daily Mirror, en 2017, que, además, lo ubicó primero en el mundo, por delante de Barcelona-Real Madrid y Celtic-Glasgow Rangers.

Una historia centenaria

El clásico del fútbol argentino tiene mucho cuento alrededor. Historias de una rivalidad que comenzó a principios del siglo pasado cuando ambos compartían el barrio de La Boca.

El tiempo fue forjando la personalidad de cada equipo y el gusto de la sus hinchas. Boca era "huevo, huevo, huevo" y River era el "paladar negro".

Una estigmatización a través de más de cien años de enfrentamientos (el primero fue en 1913).

Los símbolos de los "xeneizes" (palabra que significa genovés, en dialecto de esa ciudad italiana) se relacionaban más con la marca y pierna fuerte que por las gambetas y los goles (Pescia, Rattin, Pernía, Giunta).

Mientras que las banderas de los "millonarios" (apelativo que viene por el pago de una fortuna para conseguir un gran delantero en el inicio del profesionalismo) tenían más acercamiento a la vistosidad y elegancia (Moreno, Labruna, Alonso, Francescoli).

Pero claro, los tiempos fueron cambiando...

Una nueva historia con Gallardo

El clásico era parejo hasta la década del 90. Justamente mientras ganaba títulos locales, el equipo que dirigía Daniel Passarella perdía los partidos contra el archirrival.

El comienzo del siglo XXI marcó una gran distancia para Boca en la Copa Libertadores, que se puso 6-2 en título ante la "Banda Roja".

Quizás el punto de mayor quiebre llegó en 2011, cuando River se fue al descenso en su propio estadio.  Pero volvió con Matías Almeyda, fue campeón con Ramón Díaz y renació con Marcelo Gallardo.

En cuatro años con el "Muñeco" en la banca logró una Sudamericana, una Copa Libertadores y una Superopa Argentina con un denominador común: se sacó a Boca del camino (en semifinales de los torneos internacionales y ganándole la final del torneo transandino).

Con distintos nombres, pero con un mismo sello: un equipo que cuando juega contra Boca se parece más al Boca histórico que al River histórico.

¿Cómo es eso? Muy sencillo: los de Gallardo tienen un triángulo defensivo formado con pierna fuerte, que "raspan" todo el partido y que incomodan a Boca. Tanto los zagueros Jonathan Maidana como Javier Pinola y el volante central Leonardo Ponzio (está lesionado) tiene más el sello del archirrival.

Si bien es cierto, que ese 4-4-2 que habitualmente pone River tiene mucha presión ofensiva, jugadores rápidos y de buen pie hacia adelante.

Y del otro lado, el elenco de los mellizos Barros Schelotto tiene mayor intención de mover el balón, con buenos intérpretes del medio hacia arriba (tiene cuatro centrodelanteros de nivel, como Darío Benedetto, Ramón Abila, Carlos Tevez y Mauro Zárate).

Las críticas siempre apuntan al sector defensivo y a la fragilidad emocional para enfrentar los clásicos (una frase que se usaba con River tiempo atrás).

Los papeles parecen haber intercambiado. Uno se puso ropa del otro y el otro tomó "pilchas" del vecino.

Lo que no se modifica es todo lo que mueve el clásico alrededor. Un partido inigualable. Y esta vez no se necesita ningún ranking de algún medio inglés. La final de la Copa Libertadores lo dejó allá arriba y estas dos semanas lo elevan a la eternidad.