Luego de caer en el duelo de vuelta por la liguilla de Promoción ante Unión San Felipe, que le significó a Everton mantenerse en la Primera B durante la temporada 2012, el técnico Marco Antonio Figueroa afirmó que no todo fue malo, pese a reconocer que se fracasó en el intento de retornar a la máxima categoría del fútbol nacional.

El ex adiestrador de Universidad Católica recordó que "los números están ahí, creo que en el torneo regular perdimos dos partidos, teníamos un promedio del 74 o 76 por ciento de efectividad, entonces no todo es malo, pero lógicamente que aquí en Chile les gusta escuchar la palabra fracaso, y yo la asumo como tal", dijo.

Afirmó tajante que "si el objetivo era subir a Primera División, hemos fracasado en ese intento, ahí no hay otra, es así, y difícilmente se va a  repetir esto, porque un equipo que es campeón y no asciende, y lo hace un equipo que perdió casi todos los partidos en la segunda vuelta como Rangers, mientras que Antofagasta lo logró con mucho mérito, y nosotros no, sabiendo los números que tuvimos", fustigó.

Además, el oriundo de San Felipe renegó de su ciudad, al señalar que "dejé de ser sanfelipeño, a pesar de ser nacido en la ciudad, pues no es posible que donde tú naces se te escupa, se te insulte por culpa de gente que no tiene nada que ver. Yo no hice el equipo de San Felipe, no los llevé casi al descenso ni a la Promoción, entonces para uno es muy triste todo eso", señaló.

La falta de plantel y furia contra la prensa

Con su característico estilo, Figueroa aseguró que "hay mucha gente que está feliz por esto, y lo único que le puedo decir a la verdadera afición, a la que nos acompañó siempre que todo el grupo hizo lo que pudo, y que está consciente que lo dejamos escapar en la 'primera etapa', que fue Rangers".

A su juicio, "nos faltó plantel, si sacan mis números los van a sorprender, desde que llegué a Chile, no hablo sólo en Everton, vean cuantos triunfos y cuantas derrotas tengo. Este es el equipo que más empates tiene, porque en el primer semestre lo hicimos mucho, porque teníamos jugadores que no le hacían goles ni al arco iris, pero cuando logramos encaminar al equipo, empezó a jugar bien", resaltó.

Sin embargo, dio vuelta a la hoja, pues "seguir hablando del pasado es malo, lo único que hay que tener claro es que este equipo se esforzó por lograr lo que no se pudo, que fue el ascenso", sentenció.

El técnico "ruletero" descargó su furia contra la prensa, aseverando que "la gente que me conoce sabe cómo soy, me da lo mismo lo que piensen los que tienen el micrófono, si me he 'comido' críticas desde que llegué del amigo (Fernando) Solabarrieta, y quién habla de donde se mete los jueves él, porque ¿Solabarrieta quién es?", dijo con ironía.

Añadió que "soy un tipo reacio con los micrófonos, pero siempre doy la cara, no ando buscando excusas, como con los muchachos del bautizo, para darles con todo y después esconderme yo, porque hago lo mismo, no es la prensa que me gusta, no me gusta la farándula, me gusta hablar de fútbol".

Finalmente, fustigó al Canal del Fútbol, con los que tuvo muchos encontrones, y afirmó desafiante que "la próxima vez la cámara se la pueden meter donde más cerca les quede, porque es una falta de respeto hacia mi trabajo, hacia los técnicos nacionales, meterle cuatro micrófonos en el área técnica y una cámara a medio metro", reclamó.

La detención de Lazaga

La noche tuvo tintes dramáticos para el delantero de Everton, Marco Lazaga, ya que tras el encuentro tuvo un enfrentamiento con hinchas locales, golpeando de puño a uno de ellos al interior del recinto deportivo, por lo que fue detenido y pasó la noche en la II Comisaría de Carabineros, y a las 11:00 horas de este lunes fue formalizado, quedando en libertad, pero con 90 días de investigación.

Pese a que por sus buenos antecedentes la fiscalía solicitó que se le remitiera la pena por servicio social en Viña del Mar, el jugador se negó a realizar una clínica de fútbol para jóvenes de escasos recursos o menores, por lo que deberá afrontar la investigación o alcanzar un acuerdo previo con el agredido para cerrar el capítulo.