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La columna de Pelotazo: Gracias Eduardo Bonvallet

Despido al hombre aburrido de celebrar amistosos como copas, aburrido de celebrar empates como triunfos, al hombre que no calló nada.

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Tuve la oportunidad de asistir el sábado al velorio de Eduardo Bonvallet. Entre los asistentes, aparte de su familia, estaban sus dos compañeros en Radio La Clave: Cristián Peñailillo y Francisco Eguiluz.

Aparte de saludarlos en el dolor, me quedé un rato junto a ellos presenciando situaciones para darse cuenta lo que significaba el colega fallecido para muchos.

Un caballero vino en auto desde Talca con su cámara fotográfica para despedirse de Bonvallet. Era su forma de agradecerle por la compañía de tanto tiempo. Y así aparecían personas que se movieron del norte o de otras partes del sur para decir adiós presencialmente.

¿Qué pudo provocar este comentarista en la gente para recibir tamañas muestras de cariño?

Siento que esta relación de afecto comienza camino al Mundial de Francia 1998. Bonvallet trabajaba en el La Red y ahí analizaba los partidos de Chile inmediatamente después que terminaran. El estudio siempre estaba lleno, y al no ser tan grande, mucha gente se quedaba afuera del canal sin la chance de ver el programa in situ.

Horas antes de la emisión eran colas de personas a la salida de la estación televisiva, en calle Manquehue, esperando entrar. O sea, había sujetos dispuestos a perderse por TV el partido de la Roja para poder ver en vivo el comentario del partido de Bonvallet. Ahí la radio fue la mejor compañera en esas jornadas.

¿Qué diferencia tuvo Bonvallet con los comentaristas de su misma generación o de anteriores a ella?

No callar nada de lo que pensaba. No tener filtro. Muchas veces no midiendo consecuencias y ello le provocó recibir querellas en su contra, de mismos colegas incluso. Sin embargo, eso también motivó a otros colegas a seguir ese camino, el de dejar de ser tibios y "mojarse el poto" sin miedo a perder el trabajo.

El decir todo lo que se piensa, en un país donde muchos optan por todo lo contrario para evitarse problemas, de inmediato te dará una visibilidad ante el resto.

Equivocado o no Bonvallet, igual empresas nacionales e internacionales lo contrataban para dar charlas motivacionales ¿Cómo se explica eso? Porque tenía las palabras adecuadas para el público adecuado.

En el caso de los hinchas de la selección apareció un hombre aburrido de celebrar amistosos como copas, aburrido de celebrar empates como triunfos, seguro que los seleccionados podían dar más, confiado en que nuevos jugadores podían aparecer. Todo eso explicado en una pizarra con fichas magnéticas, un ícono de la televisión de los noventa en Chile.

También dedicó tiempo a personajes de nuestro fútbol a través de apodos. Cocodrilo, Hipopótamo, Pastor, Perro Verde, Pierre Cardin, Mamello, Matapájaros, Madue, Haroldo, Corcho, Conde, Chanchulín, Mesio. A algunos de cariño, a otros para denunciarlos por su malas prácticas. Era la forma de evadir la querella, aunque muchas veces con nombre y todo tampoco las había, porque sus datos eran los correctos.

Mi admiración completa para el comunicador. No para el esposo o padre, porque no lo conocí en esa faceta. No para el futbolista, porque no lo vi jugar. No para el técnico, porque difícilmente se puede admirar un trabajo corto y sin éxitos. Sin embargo, sí puedo admirar su labor en los medios. Un tipo que dio trabajo a muchos colegas que hoy se desempeñan en radio y televisión, un tipo que siempre fue directo para manifestarse y que no dudó en perder un amigo por decir la verdad, por decir las cosas como son.

Primero el deber y después el placer. Descansa en paz, Eduardo Bonvallet.

PD: Y a quienes no gustaba el modo de Bonvallet, búsquense otro comunicador. Tienen 50 iguales en Chile.

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