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La columna de Pelotazo: Aprender con la Champions

Este lunes y martes conmemoramos dos finales de Europa que son parte del corazón de todo futbolero cuerdo.

La columna de Pelotazo: Aprender con la Champions
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Una vez cuando niño un tío me preguntó que por qué me gustaba un deporte donde 22 huevones perseguían una pelota. No le respondí nada y hoy a los 39 años creo que fue lo correcto. A quien no le gusta el fútbol nunca entenderá lo que significa para alguien que sí le gusta.

Esas personas jamás gozarían o se maravillarían con lo que se conmemora este lunes y martes. El 25 y 26 de mayo son los días más lindos en la historia del fútbol europeo de clubes. Son días donde el fútbol sale de sí y pasa a ser una enseñanza de vida.

El 25 de mayo de 2005 fue la final de la Champions League en Estambul. El Liverpool enfrentaba al Milan y no parecía muy metido en el partido. Los Reds perdían 3-0 en el primer tiempo y los italianos tuvieron la chance para anotar el cuarto gol. Para suerte inglesa no lo convirtieron.

En la segunda etapa, en una reacción inesperada e inolvidable, los de Merseyside empataron 3-3 y levantaron la Orejona tras los penales y una gran actuación de Jerzy Dudek.

¿Se relajaron los rossoneros? ¿Los pupilos tuvieron la mejor arenga de todas en el entretiempo en voz de Rafael Benítez? Lo desconozco. Pueden haber ocurrido ambas cosas, una de ellas o quizás ninguna. Lo que tengo claro es que esa tarde Steven Gerrard y sus compañeros nos enseñaron que podemos estar en el suelo, que no se vea por dónde la solución a un problema, pero mientras haya vida, hay que luchar hasta el final.

Como uno es humano y a veces nos cuesta entender los mensajes que nos mandan, esa fue la segunda oportunidad que el fútbol nos dio una lección a ese nivel. La primera fue seis años antes y con otro cuadro inglés como protagonista.

El 26 de mayo de 1999 fue la final de Champions League en Barcelona. El Bayern Munich ganaba 1-0 hasta el minuto 90 y los dirigentes germanos ya bajaban desde la tribuna del Camp Nou para celebrar el título con los jugadores en la cancha.

En esos mismos instantes el portero danés Peter Schmeichel pasaba la mitad de la cancha para sumarse a un tiro de esquina. Estaban desesperados por lograr el empate y la defensa alemana resistía con éxito. Resistía, porque a los 90+1 llegó la paridad de Teddy Sheringham.

Los bávaros estaban contrariados porque tenían que jugar un impensado alargue, sin embargo, ni eso debieron disputar porque dos minutos después llegó el 2-1 de Ole Gunnar Solskjaer. El United ganó el título en el tiempo añadido. Increíble.

De nuevo las mismas enseñanzas: no relajarse, pelear hasta el final. Esa frase obvia que a algunos les molesta, esa que dice que los partidos duran 90 minutos, se hizo carne en ese encuentro. Aunque no lo suficiente porque si duraran 90, el Bayern habría sido campeón. Pero se entiende el sentido: hay vida hasta el pitazo final y tenemos ejemplos alegres y tristes en el fútbol chileno al respecto.

En este tiempo donde vivimos días planos, donde sentimos que no hay diferencia entre semana, fin de semana o feriado, date la chance de ver estos encuentros. Maravíllate cómo dos equipos despertaron a tiempo del letargo. En una de esas te motivas a hacer lo que sientes que ya es tarde de realizar.

Y seguramente, en ese camino, tendrás la lucidez para encontrar nuevos ejemplos de cómo el fútbol nos enseña en el día a día y tendrás la certeza que tienes un tío huevón.

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