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En picada

Para Nelson Acosta el día de ayer fue el peor de toda su carrera. Emocional como es, lloró en público e, imagino, también en privado. Estoy seguro no sólo que volverá a dirigir, sino que lo hará bien.

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Por Aldo Schiappacasse desde Venezuela.

 

Cuatro sujetos se reúnen, casual y violentamente, en la azotea de un edificio de Londres durante la Nochevieja. Tienen, por separado, un objetivo en común: terminar con sus miserables vidas porque consideran que llegaron a un punto sin retorno.

 

Como el acto del suicidio es considerado un proceso íntimo, solitario y silencioso, su plan se ve frustrado apenas conocen las intenciones del resto. A partir de allí comienzan una discusión y luego un largo recorrido donde descubrirán que, en el conjunto de las penas y depresiones, cada cual tiene un atenuante. En otras palabras, que en la desgracia colectiva siempre hay un consuelo. Nadie sufre solo y la historia, que parece un chiste cruel, debe terminar –supongo- como una alegoría a la amistad.

 

"En Picado", el último libro de mi autor inglés favorito, Nick Hornby, vino a pasear a Venezuela, pero está lo suficientemente avanzado como para darme cuenta que el autor de "Fiebre en las gradas" quería acompañarme en este trance.

 

Para Jorge Valdivia serán días duros. Investido de manera inexplicable con poderes absolutos en esta selección, adquirió los hábitos de un pequeño déspota porque tanto el técnico como los dirigentes –además de diez de sus compañeros- así lo quisieron. Cometió un pecado, a mi juicio inexcusable: al propasarse verbalmente con una trabajadora no fue capaz de disculparse, prefiriendo volver a insultarla diciendo que el testimonio surgido de su humillación fue condicionado por un pago. Como solían creer nuestros padres y abuelos, el castigo ejemplar deberá hacerlo madurar a la fuerza, rápidamente, y deseo que así sea. Díscolo como todos los talentosos, necesita comprender que ni los ganadores más sublimes tienen actitudes tan soberbias como la suya.

 

Para Nelson Acosta el día de ayer fue el peor de toda su carrera. Emocional como es, lloró en público e, imagino, también en privado. Estoy seguro no sólo que volverá a dirigir, sino que lo hará bien.

 

Comprenderá, con el tiempo, que se equivocó demasiado justo donde no debía: en el torneo fijado para su evaluación. Le entregó demasiadas atribuciones a su plantel más inmaduro, desconfió de sus referentes, modificó la estrategia constantemente y, lo que para mi juicio es lo peor de este último tramo, pareció más preocupado de lo que decía el periodismo y la gente, justo cuando la mayor parte del periodismo y la inmensa mayoría de la gente le habían dado vuelta la espalda. Si se hubiera blindado y actuado en consecuencia con lo que creía –o lo que expresaba íntimamente- al menos habría hecho el balance con más tranquilidad de conciencia. A un hombre de su experiencia no puede fallarle el olfato.

 

Harold Mayne Nicholls supo que ayer estaba ante la encrucijada. Sometido, por diversas circunstancias, a ser continuista de un proceso directivo que despreció en la campaña y aniquiló en las urnas, la renovación total que anunció siempre se ha visto entorpecida. Sus afanes reformadores se han topado con barreras propias y ajenas, postergando los cambios que el medio demanda con urgencia.

 

En otras palabras, la actividad sigue igual con una importante salvedad: el timonel logró involucrar al Gobierno en los proyectos de infraestructura más grande de las últimas décadas basado en su credibilidad. Pero los parecidos en los temas futbolísticos, de la violencia, del desorden de los torneos y de las lacras históricas con el período de Sánchez son sustantivos, al punto de insuflar impaciencia y desconfianza en los que quisiéramos un camino más rápido.

 

No debe haber sido fácil golpear la mesa, ni sancionar a uno de los referentes más importantes, ni decirle adiós a un técnico con quien hizo buenas migas. Su proceso de aprendizaje ha sido duro y traumático, y debe considerar que todo es más difícil, injusto y gris de lo que imaginó. En esta, la señal más poderosa que ha enviado en su mandato, pone por delante los principios y su ética ante lo que siempre se ha denominado "el producto estrella" de la ANFP. Para eso se requiere coraje, valentía y una coraza muy dura. Y la certeza que ya no necesitará fijar nuevas posiciones en esa materia. Le queda otra prueba muy dura: elegir al técnico que mejor represente su sentir. Y de allí en más, infinitas decisiones que requerirán de altura de miras, diplomacia, manejo, prudencia. El gran golpe ya está dado.

 

No sé, aún, que hizo Alvaro Ormeño. No estaba en ninguna de mis versiones, no aparecía en ningún testimonio. Jamás. Deberé confiar en que la investigación que determinó un castigo tan drástico nos advierta sobre sus actos. O que el lateral haga lo que no se espera: contarnos cuál fue su falta. O bien, luchar por su inocencia con armas limpias. Recién ahí sabremos si podemos compartir su dolor y de qué manera, advirtiéndole lo mismo que al resto: siempre hay un futuro, en el cual podemos intentar no repetir los errores que nos marcaron.

 

Y que las penas se llevan mejor pensando que para todos hay esperanza.