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La columna de Ernesto Contreras: ¿Para qué?

Chuck Liddell volvió a la jaula para cerrar su histórica trilogía con Tito Ortiz, en un espectáculo triste e innecesario.

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Por Ernesto Contreras, @contrerasdelzo

Dicen que todo tiene su tiempo y las leyendas del MMA no están ajenas a esto. Luego de nueve años retirado, Chuck Liddell decidió retornar a la jaula para cerrar su histórica rivalidad ante Tito Ortiz, quien solo cumplía dos años alejado de las peleas.

"Iceman" y Ortiz animaron una de las confrontaciones más personales en el UFC, teniendo dos históricos combates en la compañía.

El primero ocurrió en el año 2004 y fue victoria por nocaut para Liddell, en lo que sería el comienzo de su ascenso a la cima de la división semipesada.

Dos años después volvieron a enfrentarse por el título de "Iceman". En una de las revanchas más esperadas de todos los tiempos, el campeón volvió a noquear a Tito en lo que sería la pelea de la noche del UFC 66.

Tras esto, Liddell perdería su título ante "Rampage" Jackson y entró en un espiral de derrotas que lo llevaron al retiro.

Ortiz, por su parte, se mantuvo activo y anunció su retiro hace dos años, luego de finalizar a Chael Sonnen en el Bellator 170.

Todo indicaba que los caminos de ambos peleadores no se volverían a cruzar, hasta que apareció Oscar de la Hoya.

El ex campeón mundial de boxeo, hoy devenido en promotor, sacó la billetera y convenció a ambas leyendas de tener un tercer encuentro que daría el cierre definitivo a su histórica rivalidad.

Ambos no lo dudaron e ingresaron a la jaula por última vez.

La diferencia antes de comenzar la pelea ya era notoria. Liddell cumple 49 años el próximo mes y llevaba ocho retirado tras ser noqueado en sus tres últimas peleas. En tanto, Ortiz, de 43 años, había tenido su última pelea hace dos años en Bellator y la había ganado.

Ya dentro de la jaula el espectáculo rozó lo lamentable. "Iceman" se vio lento y con notorios problemas de movilidad, mientras que Tito aún mantenía un ritmo de pelea aceptable. Esta diferencia fue notoria y en solo cuatro minutos Ortiz noqueó a su némesis con un poderoso derechazo.

Liddell se equivocó regresando y si bien su legado se mantendrá intacto debe entender, de una vez por todas, que su tiempo ya pasó.

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