Juega en el filial de Bayern Munich, estuvo dos semanas en cuidados intensivos por un problema en el corazón y hoy triunfa con Gambia en el Mundial sub-20 de Argentina. Su nombre es Mamin Sanyang, protagonista de una historia de superación repleta de giros de guion.

A este habilidoso extremo diestro de 20 años le dijeron hace cinco que quizá nunca más podría volver a jugar al fútbol por una miocarditis que casi acaba con su vida.

En 2018 empezó con migrañas y, una semana más tarde, sintió una punzada en el pecho. Preocupado, lo compartió con su madre y se fueron directos al hospital. Se sometió a una batería de exámenes y el diagnóstico fue alarmante: miocarditis.

“Los doctores me dijeron que si hubiera esperado un día más, habría podido ser peor”, narró.

Sanyang pasó dos semanas en cuidados intensivos. Dice que no se acuerda de mucho. Asegura que estuvo casi todo ese periodo durmiendo.

Estuvo otras dos semanas en planta y, al recibir el alta, le dieron otra mala noticia: tenía que parar de jugar. Y así estuvo más de seis meses. En reposo.

Además, antes tuvo a su mamá grave por “una lesión en la cabeza” y esa situación, unido a “algunos problemas familiares”, hizo que su tío les invitase a irse a vivir con él a Alemania.

Fue de la noche a la mañana. A Sanyang le marcó profundamente el hecho de no haber podido decir adiós a sus amigos de la infancia. Un cambio radical. De pronto estaba en Alemania. Otra cultura, otra comida, otro clima completamente diferentes.

Este jueves salió desde el banco de reservas y anotó el gol de la victoria contra Francia (1-2), tres puntos que, además, permitieron a su selección sacar el billete para los octavos de final.

“Somos un equipo, un solo corazón”, afirmó Sanyang, que tiene como referencias a Sadio Mané, Vinícius Júnior y Alphonso Davies, en declaraciones a EFE en el estadio Malvinas Argentinas de Mendoza.