Schiaffino también tuvo una brillante actuación con el equipo uruguayo en el Mundial de Suiza 54, donde los charrúas culminaron en la cuarta ubicación, después de caer 2-4 en una recordada semifinal contra Hungría, que la prensa calificó en la época como “el partido del siglo”.

Integró asimismo la selección italiana, con la que jugó cuatro partidos amistosos, antes de su regreso a Montevideo.

A nivel de clubes, Schiaffino brilló en Peñarol de Montevideo, con el que fue campeón uruguayo en 1949, 1951 y 1954, para pasar luego a AC Milan de Italia, donde dejó un recuerdo que se agiganta con el tiempo, tras conseguir los “scudettos” (torneos de liga) de tres temporadas: 1954-55, 1956-57, y 1958-59.

El mediocampista nació en 1925, el 25 de julio (según versiones de la prensa uruguaya) o el 18 de ese mes (según estadísticas europeas). Tras un breve paso por las divisiones juveniles de Nacional, junto a su hermano Raúl pasó al eterno adversario, Peñarol, donde forjó una personalidad, una imagen y una trayectoria que nadie discute.

Incursionó brevemente como director técnico, para dirigir a Peñarol y a la selección uruguaya en 1975.

En Uruguay y en Italia se le llegó a considerar el mejor jugador del mundo en su época, en competencia entonces con el argentino Alfredo Di Stéfano, que brilló en River Plate de Buenos Aires y en Real Madrid.

Al igual que “la saeta rubia”, Schiaffino jugaba con el 10 en su espalda, en posición que antiguamente se conocía como “entreala” (volante ofensivo).

A 52 años de su mayor hazaña, la Copa del Mundo de 1950, el recuerdo de la exquisitez del juego de Schiaffino, a quienes muchos consideraron como “el dios del fútbol” sigue vigente, y todavía se le considera entre la crítica especializada como uno de los mejores de todas las épocas junto a Pelé, Diego Maradona, Di Stefano, Johan Cruyff, Franz Beckembauer y pocos elegidos más. (Agencias)