Para ilustrar la estatura de Jordan en el baloncesto, incluso más allá de la NBA, basta citar a otro grande de este deporte, Larry Bird, figura emblemática de Boston Celtics, el equipo más ganador de la liga estadounidense.

Después de un duelo entre Boston y Chicago Bulls -el equipo que identificó a Jordan-, disputado el 20 de abril de 1986, Bird quedó deslumbrado ante los 63 puntos de su rival y sólo atinó a decir “creo que Dios se ha disfrazado de Michael Jordan”.

Eso es sólo una muestra de lo que fue el escolta de Chicago Bulls y Washington Wizards. Pero su historia comenzó mucho antes, en los pasillos de la Universidad de Carolina del Norte. Allí, en los Tar Heels, Jordan empezó a marcar época.

El primer síntoma de su juego divino lo brindó en 1982, al darle el título de la NCAA (liga universitaria de Estados Unidos) a Tar Heels, con un tiro en el último segundo.

Pero debió esperar tres temporadas para cumplir su sueño de llegar a la NBA y curiosamente no lo hizo como primera elección del Draft (mercado de jugadores) de 1984, sino como tercera opción, escogido por Chicago Bulls.