Ballack sumó su segunda amonestación frente a Corea, en el minuto 72, apenas cinco antes que rematase una jugada de Oliver Neuville y lograse el único tanto del encuentro.

El mediocampista, de 25 años, que la próxima temporada jugará en el Bayern Múnich, respondió en los últimos encuentros a su condición de “estrella” del fútbol alemán.

Un gol suyo, contra Estados Unidos, clasificó a Alemania a la semifinal y otro, ante Corea, le dio el paso a la séptima final de su historia.

Ballack fue el jugador más destacado de un equipo limitado y sin vuelo pero pragmático a ultranza, que sólo necesitó un gol por partido para ganar por la mínima diferencia en octavos, cuartos y semifinal.

Al terminar el encuentro, y mientras trataba de digerir el impacto que significa no poder jugar la final, “el joven Beckenbauer”, como le llaman en Alemania, recibió el abrazo emocionado y agradecido de todos sus compañeros y también el del técnico Rudi Voeller.

Es Ballack, entre todos los jugadores de la selección alemana que participa en el Mundial de Corea y Japón el que ha tenido un desarrollo más notable en la última temporada que le convirtió en símbolo del fútbol germano y lo puso en camino de la consagración mundial.

El volante, de 25 años, fue visto prácticamente desde las divisiones inferiores como un gran talento.

Pese a ese don natural, que se notó desde su primera temporada en la Bundesliga, cuando se coronó campeón en 1998 con el Kaiserslautern bajo las órdenes de Otto Rehagel, Ballack necesitó tiempo para convencer a los escépticos.

La crítica central era, algo típico en Alemania, que Ballack se ensuciaba poco la camiseta y que a veces parecía jugar con desgano, lo que el jugador atribuye a la falsa impresión que produce su manera de moverse en el campo.

El punto más bajo de su carrera lo tuvo al final de la temporada 1999-2000 cuando un autogol suyo ante el modesto Unterhaching abrió el camino a la derrota que le costaría a su equipo, el Bayer Leverkusen, el título de la Bundesliga.

La siguiente temporada estuvo llena de altibajos y sólo en ésta el jugador se convirtió en una figura indiscutible tanto en el Leverkusen -que abandonó para engrosar las filas del Bayern de Múnich- como en la selección alemana.

Además de las virtudes que ya había mostrado en otras temporadas, su capacidad para organizar el juego en el centro del campo y para colaborar con la defensa, en este temporada Ballack se ha transformado en goleador lo que supuso una sorpresa incluso para sí mismo.

Con 17 goles en la Bundesliga, 6 en la Liga de Campeones y 9 en la selección (tres en este Mundial), el jugador mostró su efectividad y también la variedad de sus recursos puesto que marcó de todas las maneras imaginables. (EFE)