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Paul Gerard Capdeville

El gran protagonista del triunfo sobre Estados Unidos fue el número tres de Chile, un jugador que al igual que González y Massú surgió gracias al patrimonio familiar y la pasión de sus padres por el tenis.

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Por Rodrigo Hernández, desde Düsseldorf

 

La habitación de Paul y William Capdeville es un desastre. Hay bolsos abiertos, ropa dispersa, raquetas en el suelo, bebidas isotónicas a medio terminar, paquetes de ropa sucia, envases de suplementos alimenticios, camas sin hacer, todo patas para arriba. Es una auténtica pieza de tenista.

 

Este miércoles, poco después de desayunar, una encomienda llega desde Santiago. Es media docena de poleras que Ema, la mamá, le envía a Paul. No son remeras cualquiera, como las que recibirá la próxima semana en Roland Garros, tienen impreso en mayúsculas el nombre de Chile en la espalda. "Esta me gusta, está increíble", dice el tenista santiaguino mirándose en el espejo. "Es que se motiva jugando por el país", añade el hermano mientras Paul remata, "lástima que no pueda usarla en el circuito".

 

Coincidencia o no fue una señal de lo que sucedería horas más tarde en la cancha central del Rochusclub, inmediatamente después de la victoria de Nicolás Massú sobre Andy Roddick por 4-2 y abandono a raíz de una lesión en el tobillo izquierdo del número cinco del mundo, cuando Capdeville venció por un doble 6-4 a Robby Ginepri (17). Pese a figurar 107 lugares debajo de su rival lo superó con total autoridad y consumó la victoria de Chile sobre Estados Unidos, eliminando de paso toda chance del equipo norteamericano de avanzar a la final del campeonato.

 

Poco importó entonces que en el tercer punto los hermanos Bryan derrotasen a Massú y González por 6-4 y 7-6. La revancha de Copa Davis era un hecho de la causa, tal como les había pedido el capitán Hans Gildemeister, vía celular, hace un par de días.

 

El gran protagonista de la jornada fue el número tres de Chile, un jugador que al igual que González y Massú surgió gracias al patrimonio familiar y la pasión de sus padres por el tenis. Pero en el caso de Capdeville, con un problema adicional: creció a la sombra de los campeones olímpicos. Muchas veces cuando su hermano William –hoy su coach– fue a las empresas a conseguir apoyo para su carrera se encontró con un portazo en las narices. El viejo cuento de la sandía calada.

 

A esa altura, Guillermo, su padre, un entusiasta jugador del Club Santiago, tenía asumido que la única opción de que su hijo se convirtiera en tenista profesional era que él solventara su carrera.

 

Calcula William, el hermano mayor, que la familia ha desembolsado más de 60 millones de pesos en su formación y desarrollo. Una suma que está lejos de recuperar porque recién hace un año que puede autofinanciarse. "Mi papá nunca vio esto como un negocio, su gran alegría es que Paul haya llegado donde está y sea feliz", apunta. Tiene razón. A Guillermo se le caían las lágrimas el año pasado cuando su retoño clasificó al cuadro final del US Open.

 

A Paul le sienta bien jugar con los gringos. En Copa Davis le ganó a James Blake y ahora despachó a Robbie Ginepri, el primero top ten, el segundo 17 del mundo. Feliz coincidencia que se une a victorias en el tour sobre jugadores de la talla de Tommy Robredo, Ivo Karlovic y Paul Henry Mathieu que demuestran que el muchacho tiene pasta para quedarse un buen tiempo entre los 100 primeros del mundo.

 

Orgullosos deben estar Guillermo y Ema, que construyeron una cancha de tenis en su parcela de Calera de Tango para que los niños pudieran dedicarse al tenis profesional. William lo intentó, llegó a destacarse como junior con victorias sobre Hewitt y Nalbandián a los 14 años, pero no pudo sortear la primera etapa del profesionalismo, aquella de satélites y futuros. Hoy como técnico aprende los secretos del circuito, incluidos los pequeños detalles que pueden cambiar el rumbo de un partido.

 

"En el segundo set Paul estaba 3 a 2 abajo, había perdido los últimos dos juegos, corrido mucho y estaba sin aire, entonces paré el partido y pedí que le masajearan el hombro, pero lo que realmente importaba era que recuperara el aliento. Así fue y ganó el partido", dice sonriente.

 

Claro, el número 3 de Chile este miércoles obtuvo la tercera mejor victoria de su carrera y allanó la ruta para una nueva final de nuestro país en la Copa de las Naciones.